Como
el fuego, que empieza despacio y termina por estallar, así te regalo mi cuerpo.
Arañando las paredes y sin mirar atrás. Kahn me agarra cada vez más fuerte, haciendo que sienta que me evaporo y que estoy perdida en él. Dejo arrastrar mis labios, mis dientes, sobre la boca de Angelina..., Jolie.
Y Federico, mientras tanto, recita en mi cabeza las palabras del viejo Zaratustra. El suelo es cada vez más frío bajo mi piel, que abrasa.
Oh, Navidad, puta Navidad. Que alegras la ignorancia. Te dedico mi primer polvo de hoy. Mis fuegos artificiales y mis gritos, mis lamentos. Mi fuerza para susurrarte al oído que tu amado Cristo no nació el 25, y que el gallo dejó ya hace mucho, mucho tiempo, de cantar.
Oh, Navidad, blanca como la nieve que cubre sensaciones. Orgasmo. Blanco.
Navidad, en manos de inconscientes que apagan un planeta, llenándolo de bombillas de colores. ¿Cuándo se ahogará el pez que fue a beber al río?
Me excita tanto..., escuchar de fondo la Cope mientras grito. Sonrío e imagino su expresión escandalizada, y cómo, en el fondo, sólo quisieran saber cuán profunda es mi garganta.
Silencio. Sólo un momento..., o me iré... Debo pensar rápido en otra cosa.
Willy Fog, Tico y Rigodón.
Ahora, coloca tus manos sobre mi cuello y mírame. Atrévete a decirme con los ojos, eso que tus labios guardan.
Olvídate de que el Mundo es Mundo. Imagina que murió. Y piensa que..., si no te das prisa, este fuego que ahora quema, se convertirá pronto en ceniza. Y yo no soy el Phoenicoperus. Yo no debo ni quiero resurgir. Que lo haga Zapatero, o de lo contrario, vendrá la gaviota y te llevará en su saco.
Manipúlame, si puedes. Pero para ello necesitas un don, y no eres Jimi Hendrix.
Huele a café y vino caliente. Huele a tostadas, huele a salmón..., el silencio. El silencio que empieza despacio y termina por estallar. Así, así te regalé mi cuerpo.