No
sé si serás capaz de reconocer estas letras, mis letras. No sé si serás capaz de reconocer estas palabras, mis palabras. Todas y cada una de ellas las he estado guardando para ti. Y aunque han ido cambiando a lo largo del tiempo, el fondo sigue siendo el mismo. Y en ese fondo sigue estando lo mismo..., lo que ya estaba, mi corazón.
No sé si reconocerás estas palabras cuando las leas. No sé tampoco si podrás recordar algo de lo que con ellas te contaré. No sé..., si entenderás lo mucho que he guardado, lo mucho que he sentido, y todo lo que me ha quedado.
Entiende que por una vez haya querido guardarlo, y entiende que es ahora cuando necesito contarlo. Pero..., no entiendas, no entiendas mal aquello que diga cuando lo asocies al tiempo. No quiero falsas interpretaciones..., tampoco necesito comprensión..., sólo déjate llevar mientras lo leas.
Ha pasado mucho tiempo ya. Sé que eres feliz. Sé que amas y te aman. Sé que conseguiste aquello que buscabas, aquello que me contabas, todo cuanto esperabas.
Sé que no estás solo. Recuerdo que tenías miedo de volver a empezar. Recuerdo que no sabías cómo hacerlo. Y recuerdo también tu voz..., divina voz, cuando me hablabas, cuando me decías todo esto y más.
Te he estado mirando sin que tú lo supieras. Te he estado observando sin que te dieras cuenta. He llorado cerca de ti..., pero no lo has visto.
Cada logro, cada fracaso..., yo he estado contigo sin tú saberlo.
No puedo culparte de nada puesto que la culpa es sólo mía. Yo te dejé volar lejos de mí. Y al hacerlo me dí cuenta de mi gran error. Y aunque no era tarde para remediarlo, creí que merecía un castigo por el daño que te había causado. Un castigo..., que seguí adelante por mi orgullo..., pero del que nunca he estado orgullosa.
Y entonces pensé que si lo que más necesitaba era verte, lo que menos merecía era eso también. Y me escondí..., renegué de cualquier tipo de llamada o visita, a pesar de que me dolía el alma mientras lo hacía. Y esperé..., martirizándome y diciéndome a mí misma que sólo merecía llorar tu ausencia, esa ausencia que yo misma había provocado.
Y los días comenzaron a sucederse y tu búsqueda era cada vez más pequeña. Y entonces mi orgullo me empujó de nuevo a crear un nuevo pensamiento. Y pensé..., que si desaparecías por completo, entonces es que jamás me quisiste..., y por tanto..., por tanto no merecías todo el dolor que yo estaba sintiendo, todo el amor por el que yo estaba sufriendo. Y me dejé llevar..., me dejé llevar del mismo modo que comencé pidiéndote a ti al principio de esta carta.
Entonces..., sin nunca haber dejado de saber cómo estabas, cómo seguía tu vida, supe también que me estabas olvidando..., y me negué a creerlo. Y comencé a mezclar mis lágrimas con un fuerte sentimiento de odio hacia mí misma, un odio que sólo se hacía más pequeño cuando conseguía poder odiarte a ti también. Pero..., desgraciadamente, poco podía.
Habían transcurrido casi dos años..., y ya no aguantaba más..., y me armé de valor para acercarme a ti, pero sin saber cómo. Así que decidí esperar bajo tu casa..., en ese pequeño parque hospedado justo debajo. Allí podría mantenerme oculta hasta que aparecieras. Y tras varias horas que se hicieron eternas, pude escuchar tu voz, tu divina voz..., esa voz..., que se acercaba.
Me puse nerviosa..., temblaba, quería dar marcha atrás pero ya era tarde y seguí andando..., mirando..., mirándote, cada vez más cerca de ti.
Pero tus ojos estaban posados en una mujer de cabello rubio y corto. Una mujer que te agarraba fuerte y te sonreía..., tú también le sonreías. Y aunque no lo creas..., pasaste a mi lado, incluso me rozaste, pero no me viste, no te diste cuenta de que estaba allí, como tantas veces estuve durante años.
Y comencé a llorar, no podía soportarlo. No debí dar aquel paso, no debí acercarme. Debí quedarme en la lejanía, como llevaba haciendo mucho tiempo atrás. Pero ya era tarde, ya no podía. Y pensé en gritarte, pero mi voz había desaparecido.
Y fue en ese momento, cariño, cuando decidí que no volvería a acercarme a ti. Fue en ese momento cuando sentí que tu corazón ya no me pertenecía. Y fue en ese momento también cuando, habiendo creído durante años que estaba sufriendo mi castigo, ví entonces que mi único castigo había sido ese breve instante..., al ver que definitivamente te había perdido.
Hoy..., cuatro meses después de aquel día..., el día que no me viste, el dolor sigue siendo tan grande que apenas puedo respirar. Y empiezo a entender todo cuanto pasó, todo cuanto hice, todo cuanto no supe hacer. Y quiero morirme para terminar con este castigo. Pero ni para eso valor tengo.
No sé si serás capaz de reconocer estas letras, mis letras. No sé si serás capaz de reconocer estas palabras, mis palabras. Todas y cada una de ellas las he estado guardando para ti. Y aunque han ido cambiando a lo largo del tiempo, el fondo sigue siendo el mismo. Y en ese fondo sigue estando lo mismo..., lo que ya estaba, mi corazón.
Y ahora, mientras lees cada una de ellas, es ahora cuando debo decirte que si durante todo este tiempo estuve cerca sin tú saberlo, si durante estos años estuve a tu lado, escondida, hoy he decidido alejarme..., alejarme para siempre, alejarme como tú creías que ya había hecho antes.
Tú has dado sentido a cada uno de mis días hasta hoy. Pensarte, imaginarte, sentirte..., aunque en sueños y recuerdos, ha dado sentido a cada uno de mis días hasta hoy, aunque no lo supieras.
Pero habiendo entendido que ya tu vida es de otra..., a la vez he comprendido que la mía no es de nadie. Y por eso me voy, esta vez de verdad. Mañana salgo de aquí..., y quise que supieras todo esto antes de partir. Mientras lees ahora mis letras, ya me encontraré lejos..., lejos..., pero sin olvidar nada.
Siempre estarás en mi corazón. Sé feliz, cariño mío.