Freitag, Oktober 27, 2006

Yakituro Makawoho

Yakituro Makawoho

nació tal que un día como hoy; pero no era viernes. Nació un día como hoy, pero estaba lloviendo. Nació tal que un día de un mes que no era Octubre.

Yakituro Makawoho nació en una clínica privada. Sus piernas eran largas. Sus ojos, estaban tan rasgados que apenas se llegaban a ver. No tenía ni un pelo.

Los árboles se movían solos, o quizá eran las alucinaciones tras un parto largo y complicado. Pero tras aquellas ventanas de aquella clínica privada, los árboles se movían solos, las flores eran algo así como moradas, y un banco.

En el banco había un hombre de aspecto birrioso. A simple vista hablaba solo. También pudiera ser que con estas nuevas tecnologías, hablara con cualquier otra persona a través de su teléfono con sistema provisto de manos libres.

Los pies. Dos pies. Los pies del hombre de aspecto birrioso, eran, claro, birriosos. Yo diría que fácilmente superados por cualquier otro par de pies.

Yakituro Makawoho también tenía dos pies. Le sirvieron para correr dentro del museo. Le sirvieron para esconderse de aquellos escarabajos. Es que, Yakituro Makawoho tenía fobia a los escarabajos.

Sentado y mirando nada. Sentado a veces sin mirar nada. Mirando nada sin estar sentado. Pensando, puede que sí, dónde podría encontrarse ahora aquel hombre birrioso de pies birriosos.

Porque Yakituro Makawoho pasaba horas meditando mientras observaba sus pies. Dónde le llevarán, dónde le dejarán. ¿Dejará Yakituro Makawoho que le lleven?

Las páginas están siempre abiertas. Horario de disponibilidad absoluta. Yakituro Makawoho buscaba. ¿Qué buscaba Yakituro Makawoho? Porque..., aunque le encantaba empapar los plátanos en leche tibia, algo más concreto buscaba su paladar.

Así..., con el gran Yakituro Makawoho me he defendido hoy en el Blog. Podría haberlo hecho de cualquier otro modo, pero era una forma más para expresar que más o menos es por lo que yo paso, lo que yo siento constantemente. No es que me gusten los plátanos con leche, que no lo sé, primero debo probarlo.

Líneas con sentido, líneas con doble sentido, líneas sin sentido alguno. Todas y cada una de ellas van formando párrafos que en su mayoría no saben cómo empezaron, ni tampoco saben cómo será su final, si es que gozan de final alguno.

Lo más importante es seguir escribiendo.



Montag, Oktober 09, 2006

Quiero que sepas algo

Quiero que sepas cómo me siento.

No es tan sencillo como tú crees. Yo no he decidido esto. No se trata de algo que haya elegido al despertarme. No se trata de ninguna opción. Ni siquiera tuve la más mínima ilusión al pensar en ello. No me lo he propuesto, no me he propuesto ser así.

Quiero que sepas lo que siento.

Tengo algunos días buenos, incluso puedo llegar a sentirme contenta. Sonrío y soy capaz de vivir como lo hace el resto.

Pero tengo días muy malos. Demasiado malos. Días en los que quisiera únicamente desaparecer.

Quiero que sepas cómo es mi vida.

Me despierto cada día consciente del infierno que me espera. De lunes a domingo me invade la misma sensación, miedo. Un simple espejo, incluso el más pequeño me aterra. Me da pánico ver cómo soy.

Puedo recordar que hubo un tiempo en el que aún era capaz de ser objetiva y ver aquello que no me gustaba entre las tantas cosas buenas que sí me llenaban. Pero también puedo recordar que sin buscarlo, intentando simplemente mejorar sólo un poquito algunos detalles…, poco a poco, mientras los iba limando me encerré en una jaula de la que ahora me siento incapaz de escapar.

Quiero que sepas lo que yo oigo.

Escucho cada día esos sonidos característicos que provienen de la cocina y que anuncian la hora de comer. Escucho cómo me llaman para que me acerque a la mesa.

Escucho, también, todo eso que me rodea y que hace explotar mi cabeza cuando reconoce que lo que aplaude el mundo es la perfección.

Quiero que sepas lo que yo hago.

A veces respondo diciendo que comí algo cuando estuve fuera. Otras veces digo sentirme mal. En ocasiones llevo la comida a mi cuarto y espero un rato hasta poder llegar al baño sin que me vean y vaciar los platos sin haberlos probado.

Y a veces, cuando no aguanto más, cuando el hambre me puede, o cuando son los demás quienes insisten sobre mí, entonces como todo cuanto puedo, consciente de cada minúscula partícula que entra por mi boca, contando cada cosa para poder estar segura más tarde de expulsar cada una de ellas. Todo, sin dejar nada…, es la sangre quien anuncia el final.

Quiero que sepas en qué me he convertido.

Me he olvidado de sentir. Me he olvidado de sentirme. Golpeo mi cuerpo castigándolo cuando no responde como busco que lo haga. Ya sólo reconozco los gritos de mi tripa pidiendo algo para comer. Y me gusta sentirlo, porque significa que lo estoy haciendo bien. Ya sólo reconozco las franjas oscuras bajo mis ojos que me indican que estoy débil, que son consecuencia de la falta de alimento. Y que si me falta alimento…, entonces lo estoy haciendo bien.

Me he quedado sola. Antes era una persona con defectos y virtudes, pero ahora dejé de ser persona para dar paso a este monstruo que se ha apoderado de mí y que ha alejado todo y a todos a quienes quería.

Quiero que sepas lo que yo pienso.

Recuerdo años atrás cómo era. Pienso en todo cuanto tenía. Vuelvo a ver todas las fotos. Pienso en cada detalle, cómo era y cuánto he perdido.

Vuelvo a enfrentarme de nuevo al espejo y rompo la imagen que veo pensando y deseando únicamente en salir de esta pesadilla. Ya no puedo ni pensar en llorar por las tantas y tantas lágrimas que desde que esto comenzó veo derramar a mi alrededor.

Nadie puede sacarme de aquí. Sólo quiero poder volver atrás.

Freitag, Oktober 06, 2006

La reina y el elefante

Image Hosted by ImageShack.us

En

la selva, en esta selva. Selva llena de buenos y malos. Selva llena de mejores y peores cosas. En una selva... En esta selva.

Una selva llena de animales. Animales por todas partes. Animales de todo tipo. Y un elefante. Sólo un elefante.

Un elefante escondido.

Una selva donde no había rey. Una selva donde sólo había reina. Una reina..., una reina y un elefante.

Escapar quería la reina. Sólo escapar, salir de esa selva aunque no supiera lo qué iba a encontrar tras ella. Pero sólo tenía un modo de hacerlo.

Nadie, absolutamente nadie, podía abandonar ese lugar por su cuenta propia. Y la reina lo sabía. Sabía que necesitaba ayuda..., sabía que necesitaba al elefante, al elefante escondido.

Día tras día hablaban sobre su viaje la reina y el elefante. Día tras día, hora tras hora. Comenzaron a necesitarse tanto como un pájaro necesita el aire. Comenzaron a reír, a llorar, a sentir...

Comenzaron a ser felices..., a vivir en su propio cuento. Comenzaron a sentir que nada fuera de ellos existía. Empezaron a creer en sus sueños.

Nunca antes esa reina había sentido lo que el elefante le hizo sentir.

Pero..., mientras iban creyendo en sus sueños, pasaban los días y tales ensoñaciones comenzaron a ser sólo eso...

Una selva llena de..., llena de todo. Buenos, malos..., realidades y sueños. Selva llena de mejores y peores cosas. En una selva... En esta selva.

Y un elefante. Sólo un elefante. Un elefante escondido. Un elefante que se escondió de nuevo.

Una selva donde no había rey. Una selva en la que había reina. Una reina que cerró los ojos. Una reina que lloró..., sentada en su trono de cristal.