Dienstag, Februar 20, 2007

Carta de una desconocida

No

hizo falta que me llamaras. Yo quise verte. Yo quise estar ahí, contigo.

Apenas dormí la noche anterior. Siempre me cuesta hacerlo..., pero esa noche, aún tardé más en cerrar los ojos. Pensaba en ti..., pensaba en verte. Pensaba en el día que me esperaba contigo. Pensaba en acariciarte, aunque con mis ojos fuera. Tan cerca de ti...

Siempre te he adorado, siempre te he idolatrado. Siempre te he defendido ante quien fuera... Siempre estuve dispuesta para ti.

Desde que te conocí he querido saber más y más de ti. Nunca me canso..., necesito verte, y verte..., sentirte..., y sentirte.

Me has hecho llorar muchas veces. Me has hecho reir. Me has hecho sentirme viva..., y también a tu lado he sentido morir. Me has excitado como nunca nadie pudo conseguirlo antes, ni durante..., ni después.

Un día, cuando ya mi cuerpo y mente dejaban de sentir como niña y daban paso a una mujer, cuando mis sentimientos hacia ti despertaban en mí algo ya muy distinto a lo ya antes sentido, decidí estudiar cada parte de ti. Aprenderme cada milímetro de tu vida, de tu cuerpo..., y empaparme de todo ello. Saberte de memoria... Lograr que me amaras tanto como yo te amo a ti. Mirar a través de tus ojos y percibir en ellos un gran orgullo porque quizá nunca antes alguien supo de ti cuanto yo ya sabía.

Llevo años buscando que me correspondieras. Años. A pesar de ser consciente de las muchas miradas que se posan sobre ti, que te buscan, que te pretenden.

Pero yo me olvido del resto y pienso que conmigo será diferente. Y me imagino a tu lado..., feliz.

Por fin llegó el momento. Las horas de viaje en tu búsqueda. Las horas de viaje haciéndome a la idea de que no estaríamos solos. Las horas de viaje..., ilusionada, porque al margen de todo..., podría verte.

El lugar estaba concurrido. Había demasiadas caras, demasiados cuerpos..., aún mis ojos no alcanzaban a verte, pero sabía que estabas cerca. Y comencé a desearte..., en silencio... Comencé a imaginar cómo te presentarías ante mí ese día..., cómo te vestirías..., qué me dirías..., todo.

Y por fin nos encontramos entre todos los demás.

Seguramente te extrañó mi cara..., seguramente te decepcionó. Pero es que no era capaz de reconocerte. No era capaz de asimilar tu nombre a lo que estaba viendo. No me decías nada de lo que yo pretendía escuchar..., habías cambiado. Tanto que..., me dolía.

Y todas aquellas personas a mi alrededor..., a tu alrededor. Yo sabía que te miraban..., pero por primera vez no sentí celos. Por primera vez no sentí celos en aquel lugar carente de intimidad. Por primera vez me daba igual lo que los demás pensaran. Tú habías cambiado..., y te hubiera incluso regalado a todos esos ojos..., mientras deseaba cerrar los míos e imaginar que nada de eso estaba ocurriendo.

Pero..., te diré algo. Sé que en el fondo no has cambiado. Sé que fueron los demás quien te cambiaron. Sé que te dejaste llevar por ellos..., y ese día decidiste mostrarme tu gran cambio.

Si pretendías impresionarme, te has equivocado. Porque pudiendo estar a tu lado un día entero..., tal día se redujo a horas. Horas que se me hicieron eternas. Horas en las que sentí odio, lástima..., pero sobre todo, decepción.

Y no te culpo..., de veras que no te culpo. Sólamente eres culpable de no haber hecho frente a este puto mundo que pretendió y consiguió cambiarte.

Pero sé que..., por suerte para mí, cambias constantemente, y dentro de ti queda todo aquello que me enamoró..., y sé que tarde o temprano se asomará de nuevo aunque el mundo siga siendo lacra. Porque tú..., tú..., tú estás por encima de todo ello.

Pero, dime algo..., dime qué razones tienes para haberte acercado tanto a ese putiferio que me has mostrado. Dime qué te ha llevado a dejar que te rozara tanta mierda.

Yo pensé que estabas conmigo. Pensé que, como yo, luchabas contra el mundo. Pensé..., y confiaba en ti. Tanto que creí que a tu lado podría cambiar algo. Pero fuíste tú quien cambió..., o a quien cambiaron.

No vuelvas a hacerme esto, por favor. No vuelvas a dejar que te jodan como ví que te han jodido. No les dejes..., no vuelvas a dejar a esa panda de hipócritas que te toquen..., porque te han herido..., y a mí contigo.

A mi amado Arte..., tras haberme encontrado el domingo contigo, cubierto de porquería en Madrid, en la feria de Arco.

Mittwoch, Februar 07, 2007

Basic Strip Poker Rules


Dímelo
aunque no quiera escucharlo, pero..., dímelo.


Tantas veces, tantos días, tantas noches..., mirándome. Mirándome y sin decirme nada. Mirándome y diciéndome todo..., todo y nada. Todo eso que no me interesa, diciéndome. Nada sobre aquéllo que quiero saber, callándote.


Dímelo aunque no quiera escucharlo, pero..., dímelo.


Tantas horas esperando, tantos años. Tanto polvo, tanta mierda..., tantos besos. Tanto y nada. Nada y todo.


Las palabras no son sólo palabras. Las palabras valen más que eso. Dímelo.
¿Qué derecho tengo yo a pedirte que me digas nada?
Pues lo pido. Lo estoy haciendo. Lo estoy pidiendo.
Las palabras no son sólo palabras. Las palabras llevan consigo más palabras, y éstas llevan aún muchas más. Y siguen las palabras. Y yo las guardo, las reviso, las pienso, las analizo..., las recuerdo.
Y las uso..., y las digo.
Puedes mirarme, tocarme, agarrarme, besarme. Puedes entrar dentro de mí..., pero no puedes hablarme.
Jugando a los dados en un rincón. Cara o cruz. Todo..., o nada. Tiras tú..., o tiro yo.
Cuestión de suerte puede que sea. Cuestión de suerte sin más. Aunque puede que consista en saber. Quizá consiste en usar palabras. Yo las uso..., ¿sabes tú?

Empezando a jugar, siguiendo las normas del juego. Basic Strip Poker... Entremos en calor.



Paredes de color naranja. Sofá verde, incómodo. Paulaner sobre la mesa. Arriba los vecinos duermen. Bajo nosotros..., sinceramente..., lo que exista me importa poco.


No puedes tocarme, ni agarrarme, tampoco puedes besarme. Sólo puedes jugar..., y mirarme.


Pareja, siempre pareja. Pareja que supera al rey desgraciado que en escasas ocasiones lleva su as en la manga. Pareja que supera a reyes. Siempre parejas.


Ya no me queda nada. Tú tienes dónde mirar... Pero recuerda..., no puedes tocarme, ni agarrarme, tampoco puedes besarme.


Palabras que valen más que palabras. La reina que sola no sirve de nada.


La reina..., que avanzó por la escalera y cambió su color. Ya no está sola. Ganó.







Sonntag, Februar 04, 2007

Le Café de Flore

Decidida

me dispongo a salir y me encuentro paseando en Saint-Germain-des-Prés. Era pronto..., la calle estaba casi vacía. Casi.., porque para mí estaba llena de gente. Le Café de Flore, necesito un buen café, caliente, para comenzar el día.

No entiendo bien qué hace..., qué mira.

Como si nada sintiera, como si nada pensara, decidí sentarme fuera. Algo encantador se estaba apoderando de mí. Algo que no era capaz de comprender..., me embriagaba.

No esperé demasiado. Rápido alguien se acercó. Apenas pude sacar del bolso el libro. Pensaba tener una buena conversación, una conversación con Goethe.

No entiendo bien qué hace..., qué mira. Pero tras observar mi libro, comencé a ser yo su punto de mira.

El aire dulce se mezclaba con las sutiles ráfagas de oro que desprendía de algún lugar el Louvre. La atmósfera era terriblemente excitante..., y me hacía sentir..., que no existía. Y lejos de la excitación podía relajarme. Eran esos cambios, esas sensaciones opuestas las que me hacían sentir..., que estaba viva.

Qué hace..., qué mira. Y sin dejar de mirarme me hablaba, aunque yo no le entendía. Pero no quise interrumpir y decidí mantenerme en silencio..., mirando..., sólo observando.

Me sentía demasiado bien. Sólo faltaba algo. Gauloises..., encendí uno y empecé a dejarme llevar por ese ahora aire dulce mezclado con el humo de mi cigarro. Podía..., volar.

Qué hace... Se quedó en silencio y de pronto empezó a hablarme de nuevo, pero esta vez lo hizo de modo que yo pudiera entenderle. Wir sprechen auf deutsch.

Las nubes se movían rápido. La gente no dejaba de pasar. Y yo..., yo me mantenía quieta. Mi pequeño espacio estaba inmóvil. Mi pequeño mundo estaba esperando que yo me moviera para comenzar a andar conmigo.

Los colores comenzaron a cambiar y las pequeñas imágenes en blanco y negro empezaron a desvelar..., vida. Y los sonidos..., dejaron de ser ruidos eternos dando paso a esa parte que tanto me gusta de aquella canción de Pixies; y se repetía..., una y otra vez.

Entonces prometí que no volvería a cerrar los ojos. Prometí que no volvería a aparcar mis sentidos. Entendí..., que tenía a veces que anular mi mente.

Fue así como lo toqué. Así fue como lo palpé, lo sentí, lo acaricié. Y observando cada gesto sin apenas ver nada..., comenzamos compartiendo un terrón de azúcar y continuamos con una galaxia entera.