No
eres más que eso. Aquello que quisiste ser y no lograste. Desde que abres los ojos durante la noche, hasta que los cierras durante el día. Décadas disimulando, y ahora que intentas ser, no te dejan. Años de disfraz..., y ahora eres sólo una máscara que se pasea por las calles pidiendo únicamente que te dejen existir.
Te levantas adormilada buscando un poco de café en el viejo tarro. La cabeza va a explotarte. Sólo quisieras cortarla, eliminarla, rebanarla. Pero sabes que no puedes, que ni para eso vales. Algo así supondría un esfuerzo que ya no puedes hacer. Y vuelves entonces a lamentarte por esta vida que nunca quisiste vivir y ahora estás viviendo.
Te diriges al baño y ni a mirarte al espejo te atreves. Nada tiene que ver esto que hoy hay con lo que ayer fue. Y tú lo sabes, lo sabes bien. Y te odias..., porque es realmente esto lo que eres.
Puta.
Recogiste tu pelo encrespado, y te aseguraste de que tus implantes caseros estaban colocados en su justo lugar. Y como cada día desde hace años, afeitaste tus piernas huyendo del viejo Roberto. Volvías a ser Ana..., otra vez.
Y poco antes de encender la radio, comprobaste que tus ya gastados tacones seguían en forma para una noche más, para una nueva jornada.
Puta.
Puta.
Puta. Te dicen al pasar.
Llegaste una tarde de calor, creyendo que la gran manzana te daría todo lo que siempre habías buscado. Dejaste aquel pueblo de mierda y viniste a la gran ciudad. Llegaste a creer incluso, que alguien te comprendería.
Décadas disimulando, y ahora que intentas ser, no te dejan. Años de disfraz..., y ahora eres sólo una máscara que se pasea por las calles pidiendo únicamente que te dejen existir.
Porque la transexualidad no es ningún transtorno. Porque ellos somos nosotros, porque nosotros somos ellos. Por todos. Porque cada cuál pueda elegir. Por la libertad.